Rachel Weisz o la sorpresiva imagen de lo bello


Te vi detrás de un velo amarillo. Bailabas sin permitir que el aire o el sueño fueran algo lejano, fueran sino la misma sensación de complacencia por tenerte en ellos. A primera vista eras la mujer que perdía los elementos de la razón en el mar sin fundamento que se abatía en tus ojos verdes, en tu pelo castaño por mi deseo. A primera vista caminabas silente, llevabas un traje azul que delimitaba tu contorno como si fueran mis manos esas ropas, esa sonrisa tuya aplastando al corazón.
No puedo resistirme a la sensación de que a la larga, con el sonar de la lluvia o el revuelo de las aves guaneras, tú y yo caminaremos juntos la orilla donde cabalgan las olas en pos de tus pasos y yo me confundo con la arena por sentir tu rostro. No puedo resistirme al hecho de que te pierdo, de que solo eres una mujer asestando golpes de baraja en una actuación genial donde te admiro, te deseo, mascullo tu nombre pensando en la edad que nos separa, en la distancia que deprime mis instintos, en la lejana forma del amor que no me das.
Esta vez, al contemplarte he visto el verdadero reflejo de un conjunto de propiedades que se denominan cariño, el complemento que hace posible comprender qué pasa y cómo pasa esto que cruje, que te entroniza: simplemente pasa que te vi. No apareciste con luces, eras sola bajo la máscara de una campesina. Un hombre vino a ti: hubiera dado todo por ser ese hombre: ahogarme en convulsiones, respirar la neumonía con tal de tenerte, tocar tu rostro puro, blanco, besar tus ojos verdes como un campo donde dormita el soñador y resucita el humano y muere el amante, donde tú me atisbas con intenciones de dejarme ir, de volver a insistir como yo insisto en el hecho de que me gustas, de que tal vez nada en la vida terrena que he conocido hasta hoy se parece a lo que tú haces que yo sienta hoy cuando vuelvo a repasar tus fotos. Puedo escribirte holgadamente, verte sobresaltándome de pronto: tratando de explicar porqué me gustas, porqué al verte he sentido que te conozco, que quiero quererte, que quiero verte y atrapar tu cabellera, doblegar tu cintura: hacerte mía, Rachel. Mía.

Juan Carlos

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