
Rafo entonces se convirtió en un símbolo de alguno de nosotros. Nos reuníamos para estudiar mientras el Ráez cantaba, roncamente a veces, en otras desconsolado. Y nosotros conversábamos, teníamos planes a la larga, nos identificábamos con las letras. Pasé muchas aventuras oyendo al Rafo. Como la vez en que me quedé dormido en el campus universitario. Era tiempo de exámenes, a decir verdad daba examen ese mismo día. Nunca a favor de los exámenes, estudia moderadamente para tal fin, con mi walkman y mis cuadernos me quedé sentado bajo un árbol, mirando de reojo la clase en la que me tocaba dar examen. Tenía sueño, ganas de comer, y poca intención de entrar y sentarme lleno de presión como se nota todos entran a los test. Faltaría media hora para entrar, yo calculé ese tiempo para dormir. Solo dormir. Me puse a oír al Rafo. Creo que era “Eden” lo que sonaba cuando quede literalmente inconsciente. Al rato un amigo me despertaba y preguntaba “tan rápido terminaste tu examen?”. Había pasado hora y media dormido. Volé al examen y argumenté un malestar estomacal. Hice lo que pude y felizmente tuve mi revancha. Pero eso pasó.

El disco que presento consta de lo que para mí es lo más trascendente de su música: en realidad todo lo de Rafo es seguible y perseguible, pero he seleccionado las que más gratos recuerdos me traen, las definitivamente originales, esas que me acompañaron y son parte de mi relación con la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario