Neobarroso presenta a Rafo Ráez y su "Antología Barrosa"

Hablar -para mí- de Rafo Ráez es remontarse a las épocas juveniles, incluso a la escolaridad. Allá por el ’95, acaso mientras tenía la presión de exámenes inconscientes o afanes amorosos, oí de casualidad al Rafo. Yo tenía la costumbre de aislarme los sábados por la tarde en el tercer piso de mi casa. Oía largamente los programas de Radio Panorama (hoy fenecidos) en los que el rock alternativo y lo nacional estaban en boga. Ese sábado alternaba mi deseo de quedarme a escuchar a volumen alto la radio con la posibilidad de lavar mi ropa y estudiar. Pensaba no ser molestado, tenía somnolencia. Pero cuando prendí la radio pasó lo que no esperaba: sonó una canción que nunca antes había oído. Lenta, diríase hasta romántica, me acordé de pronto de una chiquilla que me tenía el corazón en las manos. Pero luego seguí escuchando y me descuadró totalmente “Al amor se ha dicho”. Fue una sacudida. Fue la primera vez que oía al Ráez. Posteriormente la dosis se fue incrementando. Ya en la universidad conocí amigos que tenían discos, habían ido a ciertos conciertos y hasta tocaban su música en la guitarra.
Rafo entonces se convirtió en un símbolo de alguno de nosotros. Nos reuníamos para estudiar mientras el Ráez cantaba, roncamente a veces, en otras desconsolado. Y nosotros conversábamos, teníamos planes a la larga, nos identificábamos con las letras. Pasé muchas aventuras oyendo al Rafo. Como la vez en que me quedé dormido en el campus universitario. Era tiempo de exámenes, a decir verdad daba examen ese mismo día. Nunca a favor de los exámenes, estudia moderadamente para tal fin, con mi walkman y mis cuadernos me quedé sentado bajo un árbol, mirando de reojo la clase en la que me tocaba dar examen. Tenía sueño, ganas de comer, y poca intención de entrar y sentarme lleno de presión como se nota todos entran a los test. Faltaría media hora para entrar, yo calculé ese tiempo para dormir. Solo dormir. Me puse a oír al Rafo. Creo que era “Eden” lo que sonaba cuando quede literalmente inconsciente. Al rato un amigo me despertaba y preguntaba “tan rápido terminaste tu examen?”. Había pasado hora y media dormido. Volé al examen y argumenté un malestar estomacal. Hice lo que pude y felizmente tuve mi revancha. Pero eso pasó.
Rafo Raéz tiene ascendencia ayacuchana. Es antropólogo de profesión. Cuando el internet zumbaba en los oídos de todos pude comunicarme con él vía correo. Hablábamos de sus temas, la creación artística, la vida. Hoy por hoy (ya descomunicados), recuerdo con alegría el tiempo en que conocí su música y evidentemente soy un seguidor de su trayectoria. Aunque aprecio más sus inicios, espero que pronto haga un envío auspicioso con novedades y grandes y mejores éxitos.
El disco que presento consta de lo que para mí es lo más trascendente de su música: en realidad todo lo de Rafo es seguible y perseguible, pero he seleccionado las que más gratos recuerdos me traen, las definitivamente originales, esas que me acompañaron y son parte de mi relación con la vida.

 






Juan Carlos

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